lunes, 10 de marzo de 2014

Carta al tercer mes del calendario



Querido marzo: Te escribo a ti porque febrero siempre consigue que tenga la sensación que estoy escribiendo con un bolígrafo de tinta invisible. Sabe a nostalgia de todo lo que vivimos el resto de los meses que decoraban un calendario de sensaciones. Las hojas cayendo de los arboles en octubre, la poesía adornando las paredes en febrero, el brillo de mis ojos en julio y tus labios desafiando al arte en septiembre. Marzo, pregúntale a febrero el secreto para que otro tipo de magia comience a hacer efecto.

domingo, 26 de enero de 2014

Motivos para (no) creer en el amor


Te he visto vislumbrar su cuerpo y afirmar que en ella reside tu fuente de la felicidad. Describir un sentimiento como si se tratara de una necesidad fisiológica. Me atormenta pensar que la búsqueda del amor sea tu única razón para continuar inhalando oxigeno. No me malinterpretes una vez encontré razones suficientes para protegerlo por encima de todo lo demás. Concibo el amor como esa camisa que decora tu silueta desnuda. Tan prescindible que resulta imprescindible.

sábado, 4 de enero de 2014

Un invierno sin sol



Si veis al amor por ahí, solo decidle que lo siento. 

Su historia estaba basada en hechos invariables. Dos egoístas emocionales que retienen lo que temen perder. El auto-diagnostico de una forma crónica destructiva. Sentimientos que causan decadencia a su paso. El valor para marcharse y el miedo a llegar que entonaba Vetusta Morla. Tengo la sensación que se me ha metido algo en el corazón y no consigo sentir sin ocasionar destrozos.

lunes, 1 de abril de 2013

Hasta aburrir a las dudas


Impotencia que ha decidido anudarse en su garganta. Sentimientos que han perdido su rumbo cuando iban dirección al cerebro. Realidad que se ha esfumado mucho antes de que sucediera. Confusión que ha encontrado un lugar donde quedarse durante un tiempo ilimitado.

domingo, 30 de diciembre de 2012

La historia de mis recuerdos


Recuerdo los detalles más absurdos de aquella mañana. Hacía frío en la calle, yo llevaba un abrigo azul y estaba cogida de tu mano. Entramos a una tienda a comprar regalos y me contaste que hubo unas navidades que decía todo el tiempo “A opa o papa güe”. No conseguías saber lo que quería hasta que un día pasamos por delante de una tienda de regalos y señale un Papa Noel que cantaba a la vez que yo decía “A opa o papa güé”. Había escuchado aquella historia millones de veces pero me encantaba que fueras tu quien me la contara mientras gesticulabas cada escena. Dentro de la tienda de regalos yo me paré a observar cada rincón y te convencí de que había una cosa que estaba hecha a mi medida. En realidad eso no lo recuerdo pero me conozco lo suficiente como para saber que fue así. Tú me dijiste que esa noche cenaríamos todos juntos porque era Nochebuena y que al día siguiente Papa Noel me traería algún regalo. Yo no sabía muy bien que era eso de la Nochebuena, ni siquiera entendía porque ese día y no el resto, pero me gustaba que cenáramos juntos. Me gustaba disfrutar de los momentos a tu lado.

Recuerdo las mañanas de sábado en las que madrugabas y venias a recogerme a casa. Me llevabas a El corte Inglés y pasábamos la mañana en la zona de libros. Tú me mirabas mientras yo me perdía entre ese universo de hojas de papel. Te asombrabas de cómo volaba el tiempo mientras yo estaba sentada en el suelo hojeando libros. Sonreías con cara de orgullo y pensabas que llegaría lejos. Nunca me lo decías pero tu mirada hablaba dejando a un lado el valor de las palabras.

Recuerdo que fuiste tú quien me regaló mi primer diccionario. Una edición de bolsillo para que pudiera estar siempre conmigo. Y quien se pasó una mañana entera arreglando una vieja máquina de escribir para que pudiera utilizarla. Sabias que me gustaba crear mundos imaginarios a través de historias y que Iris era mucho más que un personaje de ficción. No solo tenía mil  historias que contar sino que además se sentía capaz de todo. Cuantas veces hubiera deseado ser como ella.

Recuerdo aquel viaje en autobús en el que miraba a través de la ventana y temía no volver a verte. Una parte de mi sentía que eso iba a suceder y otra se odiaba a si misma por ese pensamiento. Pero la verdad es que más los odiaba a ellos por considerar que no era el momento. Por privarme de ese momento que no iba a llegar nunca.

Recuerdo la claridad de aquella sala y la mesita donde me ponía a hacer los deberes mientras todos andaban de un lado para otro con caras de preocupación. De un momento a otro esas mismas caras se convirtieron en tristeza. Lo sabía mucho antes de que el resto del mundo pudiera apreciarlo.

Recuerdo aquel edificio gris y como salimos por una puerta que se abría sola. Yo me senté en sus rodillas, me abrazó y me dijo que tú siempre ibas a estar con nosotros. 

martes, 27 de noviembre de 2012

El miedo a llegar


Hagamos literatura con palabras vacías. Ocultemos la realidad por miedo. Decoremos este lugar vacío con despojos. Transformemos lo especial en algo que está en alcance de cualquiera. Consigamos que el silencio haga que no sea necesario escribir. Salgamos de este laberinto de pensamientos en los que me pierdo. O en el que quizás no me apetezca encontrarme.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Del amor al ridículo hay un paso


Sentada en la parada de autobús de una calle cualquiera. Giro la cabeza y observo una declaración de amor. A partir de ese momento un montón de pensamientos comienzan a inquietarme. Siento que pertenezco a un mundo distinto. En el cual los sentimientos y el ridículo existen por separado. Donde mis ojos están mirando hacia los tuyos mientras tus dedos recorren la comisura de mis labios y no necesito nada más.


Hagamos apología de la reflexión anterior mientras como galletas con mensajes cursis y pienso en ti. Total, la doble moral esta a la orden del día.