Historia de un corazón que (no) quería sentir
lunes, 10 de marzo de 2014
Carta al tercer mes del calendario
domingo, 26 de enero de 2014
Motivos para (no) creer en el amor
sábado, 4 de enero de 2014
Un invierno sin sol
Si veis al amor por ahí, solo decidle que lo siento.
Su historia estaba basada en hechos invariables. Dos egoístas emocionales que retienen lo que temen perder. El auto-diagnostico de una forma crónica destructiva. Sentimientos que causan decadencia a su paso. El valor para marcharse y el miedo a llegar que entonaba Vetusta Morla. Tengo la sensación que se me ha metido algo en el corazón y no consigo sentir sin ocasionar destrozos.
lunes, 1 de abril de 2013
Hasta aburrir a las dudas
Impotencia que ha decidido anudarse en su garganta. Sentimientos
que han perdido su rumbo cuando iban dirección al cerebro. Realidad que se ha
esfumado mucho antes de que sucediera. Confusión que ha encontrado un lugar
donde quedarse durante un tiempo ilimitado.
domingo, 30 de diciembre de 2012
La historia de mis recuerdos
Recuerdo los detalles más absurdos de aquella mañana. Hacía
frío en la calle, yo llevaba un abrigo azul y estaba cogida de tu mano.
Entramos a una tienda a comprar regalos y me contaste que hubo unas navidades
que decía todo el tiempo “A opa o papa güe”. No conseguías saber lo que quería hasta
que un día pasamos por delante de una tienda de regalos y señale un Papa Noel
que cantaba a la vez que yo decía “A opa o papa güé”. Había escuchado aquella
historia millones de veces pero me encantaba que fueras tu quien me la contara
mientras gesticulabas cada escena. Dentro de la tienda de regalos yo me paré a
observar cada rincón y te convencí de que había una cosa que estaba hecha a mi
medida. En realidad eso no lo recuerdo pero me conozco lo suficiente como para
saber que fue así. Tú me dijiste que esa noche cenaríamos todos juntos porque
era Nochebuena y que al día siguiente Papa Noel me traería algún regalo. Yo no sabía
muy bien que era eso de la Nochebuena, ni siquiera entendía porque ese día y no
el resto, pero me gustaba que cenáramos juntos. Me gustaba disfrutar de los
momentos a tu lado.
Recuerdo las mañanas de sábado en las que madrugabas y
venias a recogerme a casa. Me llevabas a El corte Inglés y pasábamos la mañana
en la zona de libros. Tú me mirabas mientras yo me perdía entre ese universo de
hojas de papel. Te asombrabas de cómo volaba el tiempo mientras yo estaba
sentada en el suelo hojeando libros. Sonreías con cara de orgullo y pensabas
que llegaría lejos. Nunca me lo decías pero tu mirada hablaba dejando a un lado
el valor de las palabras.
Recuerdo que fuiste tú quien me regaló mi primer
diccionario. Una edición de bolsillo para que pudiera estar siempre conmigo. Y
quien se pasó una mañana entera arreglando una vieja máquina de escribir para
que pudiera utilizarla. Sabias que me gustaba crear mundos imaginarios a
través de historias y que Iris era mucho más que un personaje de ficción. No
solo tenía mil historias que contar sino
que además se sentía capaz de todo. Cuantas veces hubiera deseado ser como
ella.
Recuerdo aquel viaje en autobús en el que miraba a través
de la ventana y temía no volver a verte. Una parte de mi sentía que eso iba a
suceder y otra se odiaba a si misma por ese pensamiento. Pero la verdad es que
más los odiaba a ellos por considerar que no era el momento. Por privarme de ese momento que no iba a
llegar nunca.
Recuerdo la claridad de aquella sala y la mesita donde me
ponía a hacer los deberes mientras todos andaban de un lado para otro con caras
de preocupación. De un momento a otro esas mismas caras se convirtieron en
tristeza. Lo sabía mucho antes de que el resto del mundo pudiera apreciarlo.
Recuerdo aquel edificio gris y como salimos por una
puerta que se abría sola. Yo me senté en sus rodillas, me abrazó y me dijo que tú
siempre ibas a estar con nosotros.
martes, 27 de noviembre de 2012
El miedo a llegar
Hagamos literatura con palabras vacías. Ocultemos la realidad
por miedo. Decoremos este lugar vacío con despojos. Transformemos lo especial en
algo que está en alcance de cualquiera. Consigamos que el silencio haga que
no sea necesario escribir. Salgamos de este laberinto de pensamientos en
los que me pierdo. O en el que quizás no me apetezca encontrarme.
miércoles, 21 de noviembre de 2012
Del amor al ridículo hay un paso
Sentada en la parada de autobús de una calle cualquiera.
Giro la cabeza y observo una declaración de amor. A partir de ese momento un montón
de pensamientos comienzan a inquietarme. Siento que pertenezco a un mundo
distinto. En el cual los sentimientos y el ridículo existen por separado. Donde
mis ojos están mirando hacia los tuyos mientras tus dedos recorren la comisura
de mis labios y no necesito nada más.
Hagamos apología de la reflexión anterior mientras como galletas con mensajes cursis y pienso en ti. Total, la doble moral esta a la orden del día.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)