Recuerdo los detalles más absurdos de aquella mañana. Hacía
frío en la calle, yo llevaba un abrigo azul y estaba cogida de tu mano.
Entramos a una tienda a comprar regalos y me contaste que hubo unas navidades
que decía todo el tiempo “A opa o papa güe”. No conseguías saber lo que quería hasta
que un día pasamos por delante de una tienda de regalos y señale un Papa Noel
que cantaba a la vez que yo decía “A opa o papa güé”. Había escuchado aquella
historia millones de veces pero me encantaba que fueras tu quien me la contara
mientras gesticulabas cada escena. Dentro de la tienda de regalos yo me paré a
observar cada rincón y te convencí de que había una cosa que estaba hecha a mi
medida. En realidad eso no lo recuerdo pero me conozco lo suficiente como para
saber que fue así. Tú me dijiste que esa noche cenaríamos todos juntos porque
era Nochebuena y que al día siguiente Papa Noel me traería algún regalo. Yo no sabía
muy bien que era eso de la Nochebuena, ni siquiera entendía porque ese día y no
el resto, pero me gustaba que cenáramos juntos. Me gustaba disfrutar de los
momentos a tu lado.
Recuerdo las mañanas de sábado en las que madrugabas y
venias a recogerme a casa. Me llevabas a El corte Inglés y pasábamos la mañana
en la zona de libros. Tú me mirabas mientras yo me perdía entre ese universo de
hojas de papel. Te asombrabas de cómo volaba el tiempo mientras yo estaba
sentada en el suelo hojeando libros. Sonreías con cara de orgullo y pensabas
que llegaría lejos. Nunca me lo decías pero tu mirada hablaba dejando a un lado
el valor de las palabras.
Recuerdo que fuiste tú quien me regaló mi primer
diccionario. Una edición de bolsillo para que pudiera estar siempre conmigo. Y
quien se pasó una mañana entera arreglando una vieja máquina de escribir para
que pudiera utilizarla. Sabias que me gustaba crear mundos imaginarios a
través de historias y que Iris era mucho más que un personaje de ficción. No
solo tenía mil historias que contar sino
que además se sentía capaz de todo. Cuantas veces hubiera deseado ser como
ella.
Recuerdo aquel viaje en autobús en el que miraba a través
de la ventana y temía no volver a verte. Una parte de mi sentía que eso iba a
suceder y otra se odiaba a si misma por ese pensamiento. Pero la verdad es que
más los odiaba a ellos por considerar que no era el momento. Por privarme de ese momento que no iba a
llegar nunca.
Recuerdo la claridad de aquella sala y la mesita donde me
ponía a hacer los deberes mientras todos andaban de un lado para otro con caras
de preocupación. De un momento a otro esas mismas caras se convirtieron en
tristeza. Lo sabía mucho antes de que el resto del mundo pudiera apreciarlo.
Recuerdo aquel edificio gris y como salimos por una
puerta que se abría sola. Yo me senté en sus rodillas, me abrazó y me dijo que tú
siempre ibas a estar con nosotros.
No sé muy bien qué comentar aquí.
ResponderEliminarMe has conmovido, todo lo que diga carecerá de sentido.
(Lo siento)
M.
Un abrazo, no sé como se escribe de otra forma
ResponderEliminar¡¡Hola amig@!!
ResponderEliminarHe conocido tu blog a través del de una amiga y quería pasarme para saludarte entre otro par de cosas cosas. Con tu permiso como me gusta el blog, pasaré por "tu casa" otras veces sino te importa.
También aprovecho para animarte a seguir así, ya que haces un trabajo excelente a la par que útil para muchas personas.
Aprovecho también para desearte una casi ya, feliz entrada de semana, llena de alegrías y bonitas emociones.
Si te apetece puedes encontrarme en mi rincón de felicidadenlavida
Un abrazo;
Francisco M.